Revolución del 9 de Octubre de 1820

Hoy recordamos y celebramos los 203 años de Independencia de Guayaquil
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El 9 de octubre es el día más importante en la historia de Guayaquil, de la antigua Audiencia de Quito y del Ecuador actual; porque ese es el verdadero y único día de nuestra independencia.

La revolución del 9 de octubre de 1820 tiene sus antecedentes a partir de 1814 cuando -luego de haber permanecido durante varios años en México, Europa y los Estados Unidos- José de Antepara, José Joaquín Olmedo y José de Villamil -unos antes y otros después- llegaron a Guayaquil para dedicarse con entusiasmo y fervor a hacer conocer a los guayaquileños los nuevos conceptos políticos y las nuevas formas de gobierno que debían regir los destinos de los pueblos libres.

Estos tres patriotas no hablaron de cambiar autoridades como lo había hecho la revolución quiteña del 10 de agosto de 1809, ellos se expresaron en términos de indepen­dencia, de democracia y de República, haciendo conciencia en todos los ciudadanos de que era necesario realizar cambios sustan­ciales en las estructuras políticas y socia­les de los pueblos de la América española.

Fueron tan convincentes sus con­ceptos y argumentos, que su voz fue escuchada y esas ideas de independencia, poco a poco… de boca en boca… empezaron a regarse entre todos los guayaquileños.

Para entonces, la pérdida de sus colonias en América del Norte -que se había independizado en 1776- había puesto a Inglaterra en situación muy desfavorable con relación a España, que aún las conservaba. Decidida a terminar con la hegemonía ibérica, Inglaterra propició y a financió la presencia de corsarios que entre 1816 y 1820 atacaron los puertos y las naves españolas en el Pacífico, invitando además a la sublevación en contra de España.

Tal fue el caso del Alm. Guillermo Brown, quien lo hizo a nombre del gobierno de Buenos Aires; y Lord Cochrane y el Alm. Illingworth, que navegaron bajo bandera Chilena.

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América empezaba a transformarse… Por el norte, Bolívar había logrado importantes triunfos tanto en Venezuela como en Nueva Granada (Colombia), y desde el sur llegaban las noticias de los avances de San Martín.

Con estos antecedentes, al llegar 1820 los guayaquileños comprendieron que la libertad de la patria dependía solo de ellos, que aunque estaba ya muy cerca no había que esperarla, era necesario ir a buscarla. Por eso decidieron apresurar sus acciones, pues comprendían que también que de ellos dependía también concluir la independencia de toda la América española.

Y es que la lucha entre españoles y criollos aún no estaba definida: En América aún quedaba por independizar gran parte del Virreinato de Santa Fe (Colombia), la Audiencia de Quito, el Virreinato de Lima y la Audiencia de Charcas (Bolivia). Bolívar estaba detenido al sur de Colombia sin poder trasponer la cordillera de Pasto cuyas puertas le eran infranqueables; y San Martín, al sur, casi no tenía ya hombres con quienes sostener sus luchas por la independencia del Perú.

Fue entonces que, a finales de julio y de paso hacia Caracas, procedentes de Lima llegaron a Guayaquil los oficiales venezolanos León de Febres-Cordero, Miguel de Letamendi y Luis Urdaneta, miembros del afamado batallón “Numancia”, quienes habían sido separados de dicho cuerpo por haber manifestado expresiones de rebeldía y simpatías independentistas. Los guayaquileños, al conocer la causa por la que habían sido dados de baja, no dudaron en invitarlos a que se queden y participen en la revolución que se estaba fraguando.

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