Luis Miguel, el “Sol de México”, resplandeció durante casi dos horas de concierto en Quito, en una noche cargada de emociones, con un repertorio que incluyó a sus mayores éxitos, aquellos temas que se convirtieron en verdaderos himnos para varias generaciones.
El ingreso del público al Estado Olímpico Atahualpa, en el norte de la capital, se desarrolló sin contratiempos. Cada persona recibió una pulsera con una luz que se encendía y cambiada de colores en determinadas canciones.
Muchos llevaban consigo abrigos impermeables y paraguas para protegerse de la lluvia que cayó en Quito durante toda la mañana del miércoles y parte de la tarde. Para fortuna de los espectadores, dejó de llover poco antes del recital, lo que permitió apreciar a plenitud el espectáculo.
El show inició a las 19:41, apenas once minutos después de lo previsto. Los once músicos empezaron a tocar, mientras en las pantallas gigantes se proyectaba la imagen de un sol que se expandió hasta desaparecer. En seguida se transmitió un carrusel de videos que mostraban la evolución del cantante durante sus 42 años de trayectoria artística.
Nuevamente asomó en pantalla la imagen de un sol ascendente y, de manera sincronizada, apareció Luis Miguel, luciendo el atuendo característico de sus presentaciones: traje y corbata negros, con una camisa blanca.
Los gritos de la gente eran ensordecedores. Él descendía por unas escaleras al mismo tiempo que la orquesta entonó las primeras notas de Será que no me amas, canción con la abrió el concierto.
Siguieron Amor, amor, amor; Suave; y Culpable o no. Esos temas fueron la apertura ideal para los fanáticos.
Soledad, una simpatizante de 47 años, tuvo que esperar 31 años para ver en vivo al artista cuya vibrante voz la cautivó al instante, cuando era una adolescente de 16.
“Luis Miguel es el amor de mi vida” dijo la mujer que llegó al estadio acompañada por su hija Joselyn, de 25 años, quien heredó la admiración que su madre siente por el cantante.
Como ellas, miles de seguidores de diferentes rincones y de otros países corearon a todo pulmón.
Cantaron todas, sin excepción. Unas con más sentimiento que otras, como cuando interpretó Hasta que me olvides, Por debajo de la mesa, No sé tú, La Incondicional…
A mitad del show, Luis Miguel rindió homenaje a Michael Jackson y Frank Sinatra, dos artistas a quienes el “Sol de México” siempre admiró. Los cantantes norteamericanos aparecieron en pantalla y “compartieron” canciones con él.
No faltó el repertorio de boleros: Solamente una vez, Como yo te amé, Somos novios, Todo y Nada.
Y también hubo espacio para rancheras, comoLa media vuelta. Mariachis salieron a escena e hicieron gala de sus destrezas con los instrumentos. Luis Miguel dejó la chaqueta y corbata y usó una camisa negra para cantar la tan esperada La Bikina. Con su tradicional frase “¡mi mariachi!” hizo explotar de emoción al público.
Como ha sido característico del cantante a lo largo de su carrera, durante el espectáculo Luis Miguel no tuvo mayor interacción con sus fanes.
Siempre se mostró sonriente, bailó de un lado a otro del escenario y saludó con su mano a uno u otro espectador; sin embargo, no ofreció palabras al público, como lo suelen hacer otros artistas.
Mientras cantaba, tomó el dron que volaba a su alrededor, que grababa de cerca sus movimientos, y giró la cámara para enfocar su rostro teniendo detrás al público que lo aclamaba. Luego enfocó directamente al público, dejando ver la inmensa masa de gente que gritaba su nombre.
En la parte final del recital sonaron Ahora te puedes marchar, La chica del bikini azul, entre otras.
Si bien sigue siendo potente en el micrófono, fue evidente que el paso de los años ha tenido ciertas repercusiones en su voz. En ocasiones no pudo alcanzar algunas notas altas que ponen el sello distintivo a sus temas. Por ello, los tonos de ciertas canciones variaron.
El público lo acompañó a cada instante, como si fuera un inmenso coro de más de 30.000 almas.
Un enorme despliegue de fuegos artificiales iluminó el cielo de Quito al término del show, alrededor de las 21:40.
En medio de la ruidosa ovación de los fanáticos, Luis Miguel sonrió y se despidió agitando el brazo. No dijo nada. Abandonó el escenario y no volvió a salir.
Las personas salieron del estadio sin complicaciones. Al igual que en el ingreso, no se reportaron incidentes o novedades que alteraran el orden del evento.
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